sábado, 6 de marzo de 2010

TAUROMAQUIA Y DEMOCRACIA

Resulta que algunos se han sentido molestos porque sienten que les están tocando las... esencias. Y, claro, reaccionan como se espera, dando un golpe en la mesa y gritando: ¡Hasta aquí hemos llegado!


Dejando al margen todo el asunto de la tauromaquia en sí, a mí me ha llamado la atención un aspecto que creo que todavía nadie ha destacado, o al menos yo no he visto reflejado en los medios.


Vamos a ver qué es lo que pasa: por motivos más o menos discutibles, el parlamento catalán decide debatir si se deben prohibir las corridas de toros. Se crea una comisión, se convoca un debate público donde todas las partes exponen sus argumentos para luego tomar una decisión en el seno de lo más parecido que permite nuestro sistema a la representación de la voluntad del pueblo (porque no creo que nadie tenga los bemoles que hay que tener para convocar un referéndum popular). Podremos estar más o menos de acuerdo con las motivaciones que han llevado a abrir este debate, con los argumentos expuestos por las partes, pero hay algo que a mí me parece incuestionable y es el aspecto impecable de procedimiento democrático que ofrece.


Por otro lado la caverna reacciona como ya mencioné antes: con mucho ruido y de la manera más populista posible. Pero esta reacción les deja además con el culo al aire respecto a cómo entienden ellos la democracia. Porque no sólo toman decisiones aplicando el rodillo, sino que hurtan cualquier posibilidad de debate a la sociedad.


Lo más irónico es que esta misma gente es la que se rasga las vestiduras denunciando la falta de libertad de expresión en otras partes del mundo. Poder expresar una opinión, cualquiera, en voz alta o por escrito está muy bien. Pero mejor es poder debatir públicamente y que sea la sociedad quien decida sobre aquello que le afecta.


Parece que aquí nos tenemos que conformar con lo que tenemos, por imperfecto o mejorable que sea, y encima estar más que agradecidos sólo porque en otras partes lo tienen más chungo. ¿Para qué voy a esforzarme en mejorar pudiendo denunciar la situación de los que están peor?


No nos engañemos, estamos todavía muy lejos de disfrutar de un sistema realmente democrático. Mientras las personas que dicen representar nuestra voluntad sigan sujetos a los mecanismos de partidos opacos y herméticos y mientras la mayoría de las decisiones importantes que afectan a nuestras vidas las tomen grandes corporaciones transnacionales que no rinden cuentas ante nadie, no podremos hablar de que vivimos en auténtica libertad.


No somos libres solo porque lo parezca.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Zoy ezpañó, cazi ná.

Reconozco que me ha sorprendido (y gratamente) ver que hay gente que se ha molestado no sólo en leer lo que he escrito, sino que encima lo han comentado. ¡Internet es la leche! Y eso que no tenía ninguna fe en ello. De hecho si abrí este blog fue un poco por probar de qué iba esto y por romper un poco mano antes de ayudar a Anabel con los suyos. Pero mira por dónde va y resulta que lo que yo tenga que decir puede interesar. ¡Hay que joderse! En el fondo no deja de ser una faena para alguien de naturaleza vaga (pero vaga, vaga con avaricia) como la mía.


Pues eso, que esta situación hace que me sienta obligado a escribir algo más. Al fin y al cabo soy un tipo interesante con cosas que decir. Pero ¿qué?


No será por falta de temas. La actualidad nos bombardea constantemente con temas y asuntos de lo más candente. Pero hay uno que me ha hecho pensar últimamente.


Resulta que en Francia andan estos días muy revueltos con el tema de la identidad nacional y esas cosas. Y me ha dado por preguntarme... ¿Y si nos plantearan eso aquí? ¿En qué consiste ser español?


Yo pensaba que era español si tenía un DNI, pagaba mis impuestos y respetaba las leyes que rigen nuestra sociedad. Pero por lo visto no. Supone algo más profundo e intangible (o al menos eso parece visto el lío que tienen montado los franceses).


Y al parecer lo debo tener crudo:


- No me gusta el flamenco ni la copla. Pero nada de nada. Soy más de heavy metal. Y el resto de flolklore patrio me aburre soberanamente. Incluso me parece de un rancio que echa para atrás.


- La tauromaquia en general y las fiestas en torno a torturar animales me parecen una aberración. Sinceramente pienso que hay que ser un enfermo para disfrutar con algo así.


- Soy ateo. Del todo. Sin matices. No soporto las manifestaciones de orgullo religioso a la que son tan aficionados mis compatriotas (procesiones, romerías, ofrendas, y demás chorradas). Y que no me vendan la moto de la tradición cultural. También fue en su día tradición quemar herejes en la hoguera. Con un poco de voluntad e inteligencia se puede superar.


- A los simbolos no les doy más valor que el que tienen, es decir, simbolizar. Pero juro que jamás entenderé que alguien se emocione ante un trapo de colores. Y del himno mejor no hablar para evitar meterme en un lío.


- No me interesan especialmente los deportes. Si alguno me ha interesado algo últimamente ha sido el Snooker que he seguido por Eurosport. Soy rarito, qué le vamos a hacer. Así que interesarme por algo que normalmente me la bufa solo porque hay un tipo (o un equipo de tipos) que se les está dando bien y que lo único que tienen en común conmigo es que tienen pasaporte español pues, qué quieres que te diga, como que no. De verdad que me alegro por Nadal y Alonso. Que les vaya muy bien. Pero que me importa más bien poco.


- La historia de España me parece una sucesión de despropósitos, torpezas y personajes patéticos (por decir algo suave). Hay muy pocos acontecimientos de los que nos podríamos sentir verdaderamente orgullosos (los avances sociales durante la 2ª República, la Revolución Anarquista del 36, ¿recuerda alguien alguna vez que el movimiento anarquista español fue el más importante del mundo en su momento?), pero parece haber un generalizado consenso en querer olvidarlo. ¿Memoria histórica? ¡Ja! No me hagan reir.


- Enorgullecerse de esos pequeños detalles de carácter que conforman lo que denominamos IDIOSINCRASIA me parece, en general, bastante paleto. Reconozco que puedo compartir muchos de esos rasgos, algunos bastante inofensivos, otros algo más penosos. Incluso aceptarlos. Al fin y al cabo forman parte de mi ser. Pero de ahí a exhibirlos orgullosamente... ¡Vamos anda! A algunos no les vendría mal un poquito de vergüenza.


En fin, que visto lo visto me alegro de que el debate francés no llegue aquí todavía. Igual me echaban a patadas y tenía que pedir asilo en Finlandia.

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